Bitácora escrita desde Sealand

viernes, 28 de noviembre de 2008

La Tierra, hueca. III: El Tercer Reich


Al final del artículo anterior dejamos a Peter Bender, un prisionero de guerra alemán en Francia, entusiasmado con el periódico koreshiano que afirmaba que la tierra es hueca y vivimos en su interior. A su vuelta a Alemania da a luz un movimiento, la Holtweltlehre. Su cosmogonía aprovecha elementos de Gardner, pero es hija directa de la de Koresh: el aire se va haciendo menos denso hasta llegar al vacío del centro de la burbuja que es el universo. Allí hay tres astros: la Luna, el Sol y un cuerpo azulado con puntitos brillantes (las estrellas) que de noche tapa al Sol. Como en el caso de Koresh, los rayos de luz no viajan en línea recta, así que jugando con las trayectorias se puede conseguir que todo cuadre mal que bien. En Alemania la idea enraizó con fuerza. Johannes Lang, Karl Neupert y Fritz Braun tomaron el testigo.

Y entonces llegan los nazis. Los nazis son una galaxia del ocultismo y la pseudociencia. La leyenda los relaciona con este tema de dos formas distintas: la Tierra Cóncava de la Hohlweltlehre, y una amalgama de la Tierra Hueca de Symmes con el fascinante mundo Vril. Por si fuera poco, el nacionalsocialismo tenía su propia cosmología oficial, la Welt Eis Lehre, la cosmogonía de Höriger según la cual el universo proviene del choque entre un enorme sol y un gigantesco bloque de hielo. Toda una teoría que oponerle a las paparruchas judías de Einsten. Según se dice, al consultarle a Hitler qué teoría era la correcta, el führer respondió:
"No necesitamos en absoluto una concepción coherente del mundo. Los dos pueden tener razón".

Y sin embargo al final fue Höriger el que se llevó el gato al agua. Se dice que Hitler, junto a Himmler y Göring, mandó instalar cámaras telescópicas infrarrojas apuntando al cielo en la isla báltica de Rügen para registrar el movimiento de los barcos británicos en los océanos de las antípodas de acuerdo con la Hohlweltlehre, todo supervisado por el doctor Heinz Fischer, que sabía mucho de rayos infrarrojos. Sin embargo, los experimentos fueron un fracaso y cuando llegó la noticia a Alemania Bender cayó en desgracia dando con sus huesos en un campo de concentración, para pena de Göring, que le había cogido mucho aprecio al aviador. Con Bender muere también esta conexión de los nazis con la Hohlweltlehre. En una entrega posterior veremos el último episodio de la Tierra Cóncava de Teed/Koresh: la defensa irrefutable de esta cosmología por el matemático egipcio Mustafá Abdelkader.

Pero nos queda la teoría de los boquetes polares a la Symmes y la sociedad de los Vril, una historia estupenda.

Resulta que en 1871 se publicó una novela de Edward Bulwer-Lytton llamada Vril: The Power of the Coming Race. En ella el narrador cuenta que una catástrofe natural separó a una parte de la humanidad, muy aria ella, los Vril-ya, y la confinó en un mundo subterráneo y cavernoso. Allí estuvieron guerreando entre sí en una lucha de voluntades como mandan los cánones del señorío hasta que descubrieron una poderosa fuerza natural, la Fuerza Vril, y se dieron a la eugenesia como buenos arios puros que eran. La Fuerza Vril sirve por ejemplo para iluminar o curar a la gente, pero sobre todo para destruir enemigos a cascoporro. El narrador alerta al final de la novela del peligro de que los Vril-ya se queden sin lebensraum y vuelvan a la superficie para someter o destruir al resto de la humanidad.

La Fuerza Vril se puede identificar con la idea de la electricidad que se tenía antes de Maxwell. En la novela se indica en este sentido que Faraday sería capaz de entender esta fuerza natural. En concepción de la electricidad, la energía se puede extraer del ambiente si se tienen los conocimientos necesarios. Es decir, que no hay necesidad de generador. Sería pues una energía estupenda que lo mismo podría servir para un roto que para un descosido o para una máquina de movimiento perpétuo.

Ĺa novela de Bulwer-Lytton tuvo un gran éxito. Fue la única novela del autor que se tradujo a otras lenguas y el término Vril se extendió tanto que llegó a figurar en el diccionario y a dar nombre a una marca de extracto de carne de vaca, Bovril. El libro ha sido interpretado de cuatro formas distintas: ciencia ficción, utopía, sátira del neodarwinismo y el socialismo incipiente de su época, y, por último, obra de no ficción en la que Bulwer-Lytton contó de tapadillo unos hechos que conocía muy bien, que es la que nos interesa aquí. Entre los que creyeron esto destacan los teosofistas. La teosofía es una religión fundada por Helena Blavatsky en 1875. Para Blatavski los Vril se han vuelto unos buenazos que nos pueden servir de guías espirituales y que no tienen interés ninguno en devastarnos. Para el teosofista William Scott-Elliot, los atlantes tenían naves impulsadas por la Fuerza Vril, que es una fuerza psíquica y este conocimiento ha sido preservado por un grupo de sacerdotes. Y es que por qué no van a estar los atlantes ahí abajo.

El descubrimiento de los rayos X a mediados de la década de 1890 hizo que no pareciera tan descabellada la idea de misteriosas fuerzas naturales por descubrir y dominar. Desde principios de siglo hasta los años treinta, el ocultismo cobró mucha fuerza. Es la época de Houdini, del interés de los artistas por la cuarta dimensión y de la relatividad especial. La teosofía resucitó en esta época y alcanzó mucha difusión, y con ella la idea de los Vril. La novela conoció entre 1874 y 1924 cuatro traducciones distintas al alemán, una de ellas realizada por un antroposofista según los deseos de Rudolf Steiner. Con el mundo newtoniano desintegrándose por momentos, la posibilidad de la Fuerza Vril, que no es más que una fuerza desconocida y poderosa que se puede extraer del ambiente si se sabe cómo, encontró el ambiente perfecto para extenderse.

En 1930 circularon por los grupos ocultistas de Berlín dos panfletos publicados por la Reichsarbeitsgemeinschaft, Das kommende Deutschland (algo así como Grupo de trabajo del Reich de la Alemania venidera, de aquí en adelante RAG). Sus títulos eran: Weltdynamismus y „Vril“. Die Kosmische Urkraft Wiedergeburt von Atlantis, (La fuerza elemental cósmica resucitada de Atlantis).

En ellos la RAG afirmaba conocer una técnica que permitía disponer de la ansiada fuerza Vril. La descripción de la técnica recordaba fuertemente al trabajo de Carl Schapeller, un austríaco que aseguraba haber desarrollado una máquina de movimiento perpetuo que funcionaba con una fuerza elemental similar al Vril que llamó Raumkraft (fuerza del espacio).

No se sabe quién escribió estos panfletos de la RAG. Un texto posterior viene firmado por un tal Johannes Täufer, pero es probable que se trate de un pseudónimo, quizá del editor, Otto Wilhelm Barth. Todo parece apuntar a que fue una corriente minoritaria dentro del auge ocultista de la época.

Pero la interpretación cambiaría en 1947, cuando Willy Ley, un astrónomo y físico que había colaborado en los ensayos de cohetes alemanes hasta que se largó a EEUU en 1936, publicó un ensayo titulado Pseudoscience in Naziland en la revista pulp Astounding Stories. En él, Ley decía que la sociedad nazi estaba más que dispuesta a darle pábulo a las pseudociencias y aseguraba que existió un grupo dedicado a investigar el Vril, la Wahrheitsgesellschaft, o Sociedad de la Verdad, con sede social en Berlín.

Si los años anteriores a la guerra eran idóneos para que se extendiese la idea de la fuerza Vril, los posteriores a la guerra fueron años dorados para las especulaciones pseudohistóricas sobre el Tercer Reich. Trece años más tarde, en 1960, un par de suizos publicó un libro que extendía en mucho el relato de Ley: Le matin des magiciens, que venía a decir que la sociedad Vril había contactado con los teosofistas, luego con los rosacruces (una sociedad secreta de raíces en el medievo) y finalmente con la Sociedad Thule, una sociedad ocultista muniquesa que es la madre del cordero del ocultismo nazi.

A partir de aquí hay ingredientes suficientes para construir constelaciones de hipótesis. En 1992 Norbert Jürgen-Ratthofer y Ralf Ettl publicaron su Das Vril Projekt, en el nos cuentan que la sociedad Thule habría contactado telepáticamente con una raza alienígena de Aldebarán que les habría ayudado a construir naves espaciales para llegar hasta ellos: los platillos volantes. Hay varios modelos de estas máquinas (entre los enlaces del final encontrarán uno con unas cuantas imágenes muy chulas). Cuando se aproximaba la derrota, los nazis insignes se fueron en sus platillos volantes a una base que tienen la antártida, o según otra versión entraron por un boquete polar en el interrior de la Tierra Hueca, donde viven felices con los Vril, los atlantes, los exploradores vikingos extraviados, las Tribus Perdidas de Israel y todos los en algún momento se fueron a comprar tabaco y no volvieron más.

Según otra versión más, de un búlgaro llamado Terziski que dice ser el presidente de la Academia Estadounidense de Ciencias Disidente, los nazis no acabaron en el interior de la Tierra, sino de la Luna, donde dieron hospedaje a rusos y americanos durante la carrera espacial, porque ya se sabe que cuando uno está lejos de casa se alegra de recibir visitas del terruño que no hubiese aguantado en condiciones normales.

Uno de los más insignes seguidores actuales del temita Vril es Johann Seiger, que reivindica ser el legítimo jefe de estado de Sealand, el fuerte naval del Mar del Norte refundido en micronación. El grupo de Seiger fue, por cierto, el responsable de expender unos 150.000 pasaportes de Sealand, y venderlos por internet desde Madrid a la mafia del este. En fin. Seiger nos avisa, desde su página web, de que aún no se pueden revelar todos los detalles del asunto Vril por razones de seguridad, no vaya a ser, pero que lo están ultimando. Desde aquí les deseamos lo mejor para ellos y sus familiares.

Muchas imágenes de platillos volantes nazis
Descripciones técnicas de platillos volantes nazi

Sobre Vril

2 comentarios:

Don Julito dijo...

Hostia, qué guapo está esto

Anónimo dijo...

Muchas gracias, es un honor :)